Romance en el circo entre Robert Pattinson y Reese Witherspoon
El actor de la saga ´Crepúsculo´ es la estrella de la almibarada ´Agua para elefantes´.
Francis Lawrence había realizado previamente dos películas de gran producción conectadas de modo distinto con el género fantástico,Constantine, sobre un personaje que creó Alan Moore en la serie de comics La cosa del pantano; y Soy leyenda, el extraordinario relato de vampiros posapocalíptico urdido por el novelista Richard Matheson.
En la primera tuvo como protagonista a Keanu Reeves. En la segunda contó con Will Smith, único protagonista del filme. Para su tercer largometraje, Agua para elefantes, de género y concepción completamente distintos, ha contado con una estrella emergente e ídolo teen, Robert Pattinson, uno de los héroes vampíricos de la saga Crepúsculo. A su lado, Reese Witherspoon. El resultado: un drama romántico basado en un best seller y apto para todos los públicos, especialmente para los/las que quieran seguir disfrutando del vampiro romántico Pattinson.
La historia de Agua para elefantes está ambientada en la gran depresión económica estadounidense. Pattinson es un estudiante de veterinaria que debe abandonar los estudios y enrolarse en una compañía de circo. El territorio parece similar al de la teleserie Carnivàle, también circense y ubicada en tiempos de depresión económica, pero la película apela más a la lírica para abultadas plateas, al romanticismo tal como se entendía antes en el cine de Hollywood y al reclamo del star system contemporáneo. Esbozemos el conflicto dramático que se produce: el veterinario se enamora de la amazona del circo, que está casada con el adiestrador de las fieras. La combinación puede dar sus frutos: ambientes circenses, romances a flor de piel, antagonismo masculino, disputa por una misma mujer y la luz ocre y sucia de los tiempos de la depresión económica.
Frente a frente
Tan lejos y tan cerca. Aunque también es una producción norteamericana, nada podría hermanar nunca Agua para elefantes con Carta blanca, la última burrada de los hermanos Farrelly. Ya no son tan provocadores y políticamente incorrectos como en los gloriosos tiempos de Dos tontos muy tontos, Vaya par de idiotas, Algo pasa con Mary o Pegado a ti, pero siguen haciendo de las suyas y reciclando el viejo tema de la guerra de sexos. Aquí se trata de dos amigos que obtienen carta blanca de sus respectivas esposas, es decir, una semana de libertad para que hagan volar sus fantasías masculinas y se prueben a sí mismos si pueden divertirse y ligar con otras mujeres sin tener remordimientos.
Siguiendo con la estela norteamericana, El sicario de Dios incide en el temario vampírico con algunos elementos novedosos y pertenecientes a géneros como el western: en esta película protagonizada por Paul Bettany, los vampiros han sido aniquilados y los pocos supervivientes están recluidos en reservas, mientras que los humanos se refugian en ciudades amuralladas controladas por el estamento eclesiástico.
La religión y el terror se combinan también en El último exorcismo, producción independiente con modos de falso documental realizada por Daniel Stamm. Su protagonista realiza exorcismos pero no cree en ellos. Acompañado por un equipo de documentalistas se dirige a una granja aislada en Louisiana para acometer su última acción contra el diablo. Pero su idea es filmar la patraña, ya que no soporta más haber estado tanto tiempo engañando a los creyentes con sus simulacros de exorcismo. Obviamente, lo que le espera en esa granja es distinto a lo experimentado hasta entonces.
La película española de la semana es No lo llames amor, llámalo X, que aunque parece una revisión de ¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo?, se dedica a indagar en la última fantasía de un director de cine porno dispuesto a realizar un filme de este género ambientado en plena guerra civil española. La argentina Rompecabezas escruta por las rendijas de una familia aposentada a partir del momento en que la esposa se convierte en participante de concursos de puzles.
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